En el episodio final de la segunda temporada de South Park, El troglodita congelado (1996), los protagonistas ponían en manos de un científico loco del pueblo su último hallazgo: un hombre de 1996 atrapado en un bloque de hielo. Al reanimar al espécimen, para prevenirlo del shock de despertar en un mundo que “no comprenderá”, el doctor creaba un hábitat con merchandising de la película de Disney El jorobado de Notre Dame y un hilo musical de Ace of Base. El chiste es que el margen de cambios radicales respecto al año del que provenía el troglodita era ridículo. Todo lo contrario a la propia serie en el mundo real: el espacio de tiempo transcurrido entre el 13 de agosto de 1997, fecha de estreno en Estados Unidos, y el año 2022 suman ya 25 años en activo (para sorpresa de sus propios creadores, los humoristas Trey Parker y Matt Stone, que llegaron a aceptar la comedia Baseketball: Muchas pelotas en juego [1998] en fechas que coincidrían con la producción de South Park porque asumían que estaría cancelada para entonces).
Televisión
En ‘La casa del dragón’, el juego de tronos se queda en familia
Es sorprendente que solo hayan pasado poco más de tres años desde el final de Juego de tronos y no un siglo, como parece. El mundo en 2019 era diferente. Parecido, pero diferente. Por eso, no es extraño que hoy volvamos a un Desembarco del rey parecido, pero diferente. Juego de tronos fue una serie superlativa: la más vista, la más cara, la más espectacular, la más amada hasta que casi se convirtió en la más odiada. La que había cambiado la televisión y tras la que nada sería igual. Y así fue. Pero la televisión cambia tan rápido que tres años son un siglo. O dos, que son los que viaja atrás en el tiempo su secuela, La casa del dragón, cuyo primer capítulo ya está disponible en HBO Max.
‘Estirando el chicle’: auto de fe para un auto de fe
De la nueva polémica podcaster (ya les contó Paloma Rando) he sacado en claro que el consumidor de contenido activista no desea una vida justa para todos. Desea un clima beligerante donde exhibir su presunta virtud. Sigo a muchos “activista” con sus creaciones, gente que necesita exponer situaciones luctuosas para justificar su contenido, presente para justificar su propia presencia mediática. Esta dinámica se vuelve de vez en cuando contra ellos. El caso de Estirando el chicle ha cruzado todos los límites imaginables. Contexto: este podcast (Isabel Percebes y Victoria Martín) invita a su mesa camilla a la cómica Patricia Sornosa a otra sesión de compadreo “feminista”. Pero los tuits de Sornosa dejan entrever que el colectivo transexual no le cae simpático. Yo no la llamaría tanto como tránsfoba, pero es opinable. Y gracias al cielo es opinable. Muchos oyentes comparan llevar a Sornosa con llevar a Hitler. Me van a perdonar, pero a Sornosa le faltan unos cuantos millones de crímenes de lesa humanidad para ganarse tal comparación. La idea de que hay que vetar a ciertas personas de los medios por lo que piensan es cerril y propia de estructuras mentales intransigentes. Una entrevista es una entrevista, no un cafelito entre amigotes.
Alba Lago: “Me corté el pelo como un chico y a los dos meses me fui a la calle”
La cita es en un club de boxeo en Chamberí. Alba Lago (37 años, Vigo) llega derrochando energía y en un minuto se pone ropa deportiva y los guantes de boxear. Aquí era una más hasta que el informativo de las 6.15 de la madrugada en Telecinco, que presentó cuatro años, le partió la vida. Hace año y medio se convirtió en la primera compañera de Pedro Piqueras en el telediario del horario de máxima audiencia. Ahora Lago empieza a recuperar su vida y ha vuelto al boxeo. Este agosto le ha tocado trabajar y presentar el informativo de sobremesa. La charla tiene lugar el día antes de que entren en vigor las restricciones por el plan de ahorro energético, y ella está encantada de que se limite el aire acondicionado a 27 grados.