Ibai Soto echa tanto humo como la brasa sobre la que está asando sardinas. Maneja su metro cuadrado de infierno con agilidad. Giran peces por docenas en una parrilla que los enjaula. Primero una cara -se escucha el chisporroteo de las gotas de grasa que supura sobre el carbón-, después la otra. Cuenta que sabe que están listas cuando la sal gorda de la superficie adquiere cierto tono dorado, uno en concreto.
TRES PLANES PARA ANTES O DESPUÉS
PASEO EN BARCO. Aparcar en el distrito de San Pedro y cruzar la ría de Pasajes en ese barquito color ikurriña que no deja de ir y venir de una orilla a otra es un planazo. Pudiera parecer un gato que corre tras su cola, si a los gatos les gustara el agua. 0,90 céntimos por un paseo que dura tres minutos y no sabes si te lleva o te devuelve al origen.
RUTA. Ya te hemos dicho que las raciones son considerables, así que no te pases pidiendo en Alabortza, a no ser que hayas hecho el camino largo para llegar a la cantina: tres horas de ruta desde San Sebastián hasta Pasajes de San Pedro a través del monte Ulia y sus laderas con vistas al mar. Después solo te quedará cruzar el río Oiartzun en el barquito que no es gato.
BALLENERO. Antes de llegar a Alabortza deberías hacer una parada en Albaola, un antiguo astillero de Pasajes de San Pedro rehabilitado que ahora es museo y en el que están reconstruyendo la nao San Juan, un ballenero vasco que se hundió en la costa canadiense en el siglo XVI y que es Patrimonio Cultural Subacuático de la Unesco. Las sardinas, la caña y el baño en la playa de Kalaburtza te sentarán mucho mejor.