Julián Rodríguez fue un polímata: editor, galerista, diseñador gráfico, comisario y crítico de arte, cocinero profesional, empresario hostelero y agitador de mil y un proyectos culturales. Además de todo esto, Rodríguez, que murió en 2019 de un ataque al corazón con medio siglo de edad, no solo vivió la literatura, sino que también fue escritor, autor de un poemario, relatos y varias novelas. Dicen los que le conocieron que no distinguía entre la cultura y la vida. El libro coral Ejercicio sentimental. El universo literario de Julián Rodríguez (Editora Regional de Extremadura) reivindica ahora el legado literario del autor, que este lunes habría cumplido 54 años.
Literatura
Policías y ladrones
Es un hecho: dos siglos después de su invención, aún hay quien piensa, sobre todo en el medio literario, que el relato policial es un género menor. Como contra la mayoría de los prejuicios, contra este, me temo, es inútil combatir. Lo único que puede hacerse es constatar que refleja una visión muy estrecha de la literatura. Porque en literatura no existen géneros mayores o menores; sólo existen formas mayores o menores —mejores o peores— de usar los géneros. Hasta hace poco más de un siglo, la novela era considerada, por comparación con la poesía o el teatro, un género menor, un pasatiempo indigno de gente seria, apto apenas para distraer los ocios de señoras frívolas; sólo ahora la gente seria admite que entre aquellas frivolidades presuntas se cuentan algunos de los libros más extraordinarios jamás escritos. La tragedia, el género mayor para la Antigüedad, registra, al lado de obras maestras sin discusión, toneladas de basura; algo semejante ocurre con el modernísimo género policial: ha producido montañas de nadería (o de entretenimiento literariamente nulo), pero apenas existe un gran narrador moderno que no haya usado a su modo sus ingredientes. En definitiva, sólo hay dos tipos de literatura: la buena y la mala; todo lo demás es palabrería. También: no hay que fiarse de la gente seria.