Tokio, la sede del Mundial de bádminton que ha empezado este lunes, le trae a Carolina Marín sus peores recuerdos. Allí es donde, hace un año, tendría que haber competido para perseguir su segundo oro olímpico. No llegó a pisar suelo japonés porque se rompió el ligamento cruzado de la rodilla izquierda dos meses y medio antes de los Juegos. Mientras en la tele emitían la ceremonia de inauguración, ella lloraba en la camilla del fisio. Mientras sus rivales pisaban pista, ella se agarraba a París 2024 para salir del agujero negro. Ahí, en ese sitio maldito, aterrizó el pasado miércoles para buscar su cuarto título Mundial. Lo ha hecho, por primera vez, acompañada de su psicóloga, María Martínez, que nunca se desplaza a las competiciones. Tienen sus charlas por zoom. En este viaje sí la ha acompañado. Por, como dicen en su equipo, el componente emocional que supone competir en Japón, el sitio donde iba a ser protagonista en los Juegos y no pudo por una segunda grave lesión.
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